miércoles, 10 de octubre de 2012


AGUA, LA GUERRA QUE BROTA (I PARTE)

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La sobreexplotación, el crecimiento poblacional y el cambio climático podrían convertir la escasez de agua en un problema político, debido a rivalidades emergentes entre países, sectores y zonas rurales y urbanas, asegura un informe de Naciones Unidas.
La valoración resultó una de las conclusiones del estudio sobre el vital líquido, conocido por WWDR-3, realizado por 26 entidades de la plataforma ONU-Agua, bajo el Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos, de la UNESCO.
Este peritaje, el más completo sobre el tema, se divulgó en múltiples escenarios durante el 2009, y dio nuevos elementos para pensar en la veracidad del augurio belicista, formulado por Ishmael Sarageldin, ex-vicepresidente del Banco Mundial, promotor de la privatización del vital recurso natural.
Aunque la masa líquida del planeta sobrepasa tres veces a la continental, solo es dulce el 2,5 por ciento del total.
Pero casi todo ese porcentaje se encuentra en los hielos polares y glaciares, y en acuíferos de difícil acceso, algunos por debajo de los dos mil metros del nivel del mar.
Solo el 0,025 por ciento del líquido dulce está en la superficie o se le puede acceder con facilidad.
Según el WWDR-3, una quinta parte de los más de seis mil 700 millones de personas que pueblan hoy el planeta, no tiene acceso al agua potable, y dos mil 400 millones carecen de adecuados sistemas de saneamiento.
De persistir estas insuficiencias, hacia el 2030 más de media humanidad vivirá en zonas con problemas de abastecimiento hídrico, estiman estos expertos y la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico.
Este panorama se hace más complejo con la alerta de científicos y entidades mundiales sobre el impacto del calentamiento global en los glaciares y casquetes polares, las principales reservas de agua dulce en la tierra.
El Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) vaticina que las variaciones en las precipitaciones y la desaparición de los glaciares afectarán en grande la disponibilidad del recurso natural para el consumo humano, la agricultura y la generación de electricidad.
Para Lonnie Thompson, investigador de la Ohio State University, la capa de hielo del monte Kilimanjaro podría desaparecer en menos de 15 años.
Igual pronóstico prevé para el 2035 en los glaciares del Himalaya, donde se originan los caudales de los ríos Indo, Ganges, Mekong, Yangtse y Amarillo.
Esto afectará el suministro en gran parte de Asia, continente que distribuye un tercio del agua dulce disponible entre el 60 por ciento de la población mundial, alerta Thompson.
Pero de este riesgo tampoco escapa América Latina, región que concentra más de un cuarto de los recursos hídricos y acuíferos globales, para el ocho por ciento de los habitantes del planeta.
En esa zona geográfica también los glaciares están desapareciendo, mientras ya afronta 180 millones de personas sin el vital líquido y con déficit de saneamiento.
El glacial Quelcaya, la fuente principal de Lima, en Perú, baja 30 metros por año, y se desvanecerá dentro de una década, aunque corre mejor suerte que el boliviano Chacaltaya, derretido a finales del 2009, seis años antes de lo previsto por el IPCC.
Este campo helado resultaba decisivo para el abastecimiento y la producción de electricidad en la ciudad de La Paz, la capital de Bolivia.
Igual peligro corren los de Ecuador, y otros de la Patagonia argentina y chilena, la cordillera Darwin y la Isla de Tierra del Fuego, insisten los miembros del IPCC.
Con estos datos a la mano, expertos y organismos de la ONU descartan el cumplimiento de una de las metas del Milenio para el 2015, propuesta para reducir a la mitad las personas que hoy no tienen acceso al agua potable y a la red de saneamiento.
El informe WWDR-3 expone que los progresos de estos servicios básicos son insuficientes para alcanzar ese objetivo fijado.
“La lucha contra la pobreza depende también de nuestra capacidad para invertir en los recursos hídricos”, insiste Koichiro Matsuura, director general de la UNESCO.
“Unos cinco mil millones de euros por año se requieren para conseguir ese objetivo del Milenio, y hoy cada tres segundos muere un niño por falta de agua y de higiene”, asegura Carlos Fernández-Jáuregui, director de Water Assesment Advisory-Global Network. Sólo en el África subsahariana hay 840 millones de personas sin agua potable segura y carentes de adecuados servicios de saneamiento, precisa el analista.
El 80 por ciento de las enfermedades que azotan a los países en vías de desarrollo están relacionadas con este elemento natural y cinco millones de personas al año mueren por beber agua contaminada.
José Graziano da Silva, representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe, considera que “con el cambio climático, el acceso al agua puede convertirse en un desafío mayor que el acceso a la tierra para la agricultura”.
Como este líquido resulta imprescindible, muchos países adoptan leyes para proteger sus recursos y administrarlos con prudencia, pero la UNESCO afirma que estas medidas aún no surten efecto.
Los cultivos consumen las tres cuartas partes del agua que se extrae y el resto, para uso industrial y doméstico.
“Una persona necesita de tres litros al día, pero producir sus alimentos diarios requiere tres mil. Un kilo de carne demanda entre seis mil y 20 mil litros”, expone como ejemplo Jan Van Wambeke, responsable de Tierras y Aguas de la FAO.
“El futuro del agua se encuentra en una agricultura más eficiente”, asegura Jacques Diouf, director general de la FAO, quien propone una mejor gestión del recurso en este sector y más apoyo a los campesinos de los países en desarrollo para enfrentar la escasez y el hambre que genera.
Los autores del informe WWDR-3 afirman que para lograr leyes efectivas en la administración eficiente del agua, resulta necesario involucrar a los responsables de los sectores agrícola, energético, el comercio y la banca.
También hay voces que alertan, ante la evidente escasez para millones y la abundancia para otros tantos, de ocupaciones territoriales y saqueos forzados, además de la pugna en ascenso entre quienes consideran al agua una mercancía más y los convencidos de que solo es un bien social.
Katia Monteagudo

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